La llegada del ferrocarril a Irun «cambió la vida y la historia de la ciudad, y por eso celebramos esta efeméride». Lo afirmó el alcalde, José Antonio Santano, el pasado martes y momentos antes de dar la palabra a Mertxe Tranche, que pronunció la conferencia 'Lluvia, vapor y velocidad: la llegada del tren a Irun'.
Para transmitir lo que supuso la implantación del ferrocarril, la historiadora estableció un paralelismo entre este hecho y la era digital. «¿Os acordáis de cómo era la vida cuando no había móviles, ni internet?», preguntó Tranche al público que se dio cita el martes en la Sala Capitular del Ayuntamiento. «Un salto de semejante magnitud ha ocurrido pocas veces en la historia». Y una de ellas tuvo lugar con la invención de la máquina de vapor y la consecuente revolución industrial. Antes de eso, «hubo un tiempo en que el ferrocarril no existía. Nos resulta difícil de comprender porque somos 'nativos ferroviarios'; es decir, cuando nosotros nacimos, ya existía».
Mertxe Tranche destacó también la importancia «de otra parte de la ecuación de la modernidad», y que llegaría más o menos al mismo tiempo que el ferrocarril: «la fotografía. Si imaginar un mundo sin tren resulta complicado, es casi imposible imaginarlo sin fotos. Pero también hubo miles de años en los que éstas no existían. Es posible que un irunés del siglo XVIII no hubiera visto más allá de unos pocos cuadros, si es que los había visto, como representaciones de una realidad que no tuviera ante los ojos».
Lo que sí vieron los iruneses del XIX, aquellos que poblaban la ciudad en los años 60 de aquel siglo, fue la llegada del tren. La definitiva implantación del trazado ferroviario en Irun no fue un proceso ni rápido ni sencillo; si bien parecía bastante claro, en los años previos, que éste discurriría por la ciudad fronteriza. La historia de Irun pudo haber sido diferente, no obstante: «surgió un competidor fuerte, la línea de los Alduides, que pretendía unir Madrid con Soria y, a través de Alsasua, pasar a Baiona». Fue necesario «poner en marcha todas las influencias posibles para conseguir que el tren pasara por aquí». Si no se hubiese logrado, la historia de Irun habría sido muy diferente.
Finalmente, el Crédito Mobiliario Español, cuyos creadores, los hermanos Pereire, eran partidarios de que el tren pasase por nuestra ciudad, obtuvo la concesión de la línea Madrid-Irun en noviembre de 1855; y para su explotación se creó, en 1858, la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte.
Lo que conllevó el ferrocarril
Para Irun fue una época de cambios, y no sólo por lo que se refiere al tren: «apenas unos años antes habían llegado las nuevas conducciones del agua, y se había construido el primer mercado». Estas inversiones habían dejado al Ayuntamiento «un poco ahogado por los préstamos que tuvo que tomar». El consistorio irunés solicitó «a los vecinos más pudientes que contribuyeran, adquiriendo acciones del ferrocarril».
Es en 1862 cuando, por fin, se inician en Irun unas obras que tuvieron un gran impacto no sólo «en el territorio, sino también en la convivencia». Debido al inicio de los trabajos, 800 hombres «solos» llegaron «a una comunidad de aproximadamente 6.000 personas»; lo que provocó una alteración de la convivencia.
Otro de los problemas residía en los terrenos de la ciudad que iban a verse afectados por el trazado de la línea férrea. «Muchos de los propietarios de éstos eran agricultores que no podían entender si lo que les estaban proponiendo les venía bien o mal. Así que el Ayuntamiento facultó a Policarpo Balzola para que analizara si aquello que la compañía proponía» era conveniente.
El informe «exhaustivo, positivo y con alternativas» que redactó Balzola tras estudiar la situación analizaba «cada uno de los sectores afectados por el paso del ferrocarril, desde Matzuola hasta los juncales, y en cada parte proponía una solución». El problema fundamental residía en que el trazado propuesto «tenía en cuenta los caminos y las servidumbres, pero no el hecho de que muchos terrenos labrantes de los caseríos quedaban divididos y sin comunicación entre las distintas partes». Ante el temor de que esto supusiera un aumento en la cuantía de las expropiaciones, la Compañía del Norte optó por cambiar ciertos recorridos.
Hubo algunos problemas respecto a la construcción de la estación, no tanto por su ubicación, cercana al casco, sino por su organización: el trazado dividía la ciudad, algo que el Ayuntamiento trató de modificar sin conseguirlo. «Muchos de los problemas circulatorios y urbanísticos de hoy tienen su origen en esa mala decisión».
Y finalmente, en octubre del año 63, el tren llegó a Irun. «Nos traería prosperidad, nuevas costumbres y doctrinas, nuevas gentes, un nuevo barrio (San Miguel). ¿Cuántos millones de personas conocen Irun gracias a que un tren les trajo? Casi todos ellos pasaron de largo, cogiendo otro tren. Otros se quedaron entre nosotros y nos enriquecieron, no sólo en dinero, sino también en ideas, acentos, costumbres. 150 años después, no podemos sino estar agradecidos a aquel ferrocarril que llegó hasta nosotros y cambió para siempre nuestras mentes, nuestras imágenes, y nuestra realidad».