«En nuestro programa cada vez se habla más euskera. Cada vez hay más gente de Gipuzkoa y del resto de Euskadi». Si la realidad visual de las personas sin hogar de nuestro entorno se ha vinculado en los últimos años a la inmigración, la crisis económica está provocando que cada vez más personas autóctonas se vean abocadas a vivir en la calle. «Vemos que hay más personas de aquí sin hogar, pero el aumento todavía no es alarmante. Aún hay familias que están conteniendo esta situación. El problema llegará cuando esto ya no exista», advierte José Antonio Lizarralde, coordinador del programa 'Sin hogar' de Cáritas Gipuzkoa, que se ocupa de atender a ciudadanos autóctonos y del resto del Estado que se encuentran en la calle. (Otro recurso de la ONG de la Iglesia, llamado Laguntza, se encarga de la atención a inmigrantes).
En Cáritas no tienen datos concretos de este aumento de personas en la calle, pero el día a día de los recursos del programa sin hogar lo dice todo. El centro Aterpe, en el barrio donostiarra de Amara, ofrece cada día comida e higiene a un centenar de personas -«cada vez se dan más bocadillos»- y, por la noche, camas para veinte personas. Además, el centro de noche Ho-tzaldi, en Intxaurrondo, llena cada día sus 40 camas, algo que no ocurría hace ahora pocos años. «El pleno es absoluto». Aquí también acuden personas en la calle derivadas de la Asociación Rais, Cruz Roja y del programa Laguntza de Cáritas.
«No hay que esperar a que la gente caiga al suelo. Es más fácil levantar una persona cuando se está cayendo que no cuando está en el suelo», afirma el coordinador del programa 'Sin hogar'. Por este motivo, consideran que, en una situación como ésta, «hay que reforzar las ayudas económicas o facilitar el acceso a ellas, porque los requisitos cada vez son más difíciles. Nos encontramos con gente que está en un limbo, a la espera de acceder a las ayudas», asegura Iñigo Martínez, psicólogo social de Cáritas.
Lizarralde y Martínez comparecieron ayer en Juntas Generales de Gipuzkoa, en el seno de la 'Ponencia para concretar las necesidades de las personas empobrecidas y los recursos que se les deben ofrecer'. Previo a su intervención ante los junteros, el coordinador del programa reveló que están atendiendo a «nuevos perfiles» de gente sin hogar. «Por un lado, el de personas que ya habían despegado de nuestros proyectos, gracias a su esfuerzo personal y que habían conseguido un tipo de vida autónoma. La crisis les ha afectado y han tenido que regresar al programa, algo que es muy doloroso», asegura Lizarralde.
Además, al programa 'Sin hogar' están llegando personas que antes «nunca» habían acudido a Cáritas. «Parejas, gente joven, que eran autónomos, quizás con poco tejido social, a los que la crisis les ha afectado», añade el coordinador.
Durante su intervención, Lizarralde y Martínez explicaron a los junteros los «crecientes» servicios del programa 'Sin hogar'. Uno de lellos es Aterpe, un centro de alimentación, higiene y salud que atiende cada día a un centenar de personas sin hogar. En él trabajan siete personas con formación social y colaboran 160 voluntarios. «Todos los días damos desayunos, comidas, meriendas y un bocadillo para cada uno», explican. Aterpe dispone también de una sala de noche donde a diario pernoctan 20 personas.
Catorce de los acogidoss que duermen en Aterpe forman parte del proyecto Eutsi de «reducción de daños», dirigido a gente con problemas de consumo de alcohol. «Son personas que pasan de estar solas en un banco, bebiendo, en un proceso autodestructivo, a plantearse dejar el alcohol», explica el psicólogo de Cáritas. Se trata de un proyecto «innovador» en el Estado, que permite a estas personas mantener un consumo de alcohol «controlado», mientras realizan actividades que les ayudan a lograr mayor autonomía.
Además, en la sala de noche Aterpe también pernoctan personas expulsadas temporalmente de programas educativos por consumo de alcohol. «Tras pasar unos días allí, el 100% regresa al programa del que fueron expulsados», asegura.
Cáritas dispone además del taller ocupacional Lamourous, en el que 18 personas de la calle realizan actividades de grupo y pequeños trabajos de montaje para empresas. «El objetivo es conseguir el máximo tiempo sin consumo de alcohol y la mayor autonomía personal», explica Lizarralde.
Atender la salud mental
A la hora de intervenir, en el programa Sin Hogar se tiene en cuenta el nivel de arraigo social, las adicciones, la temporalidad en la calle, las habilidades y recursos personales... «En la calle hay gente con formación de ingeniero pero que tiene una falta de habilidades personales para hacer frente a los obstáculos de la vida», añaden. El objetivo es poder derivar a las personas que llegan a Cáritas a programas públicos adecuados a su problemática. «Pero esto no siempre es así», se lamenta Lizarralde.
Para muchas personas Aterpe se está convirtiendo en un recurso permanente. «Hoy en día las líneas de intervención son programas libres de consumos de drogas. Y hay personas con un nivel de deterioro a quienes plantearles un consumo cero es imposible. Nos parece preocupante que el consumo genere exclusión de programas y que se exija consumo cero», asegura el coordinador del programa.
El psicólogo de Cáritas, por su parte, recuerda que en el colectivo de personas sin hogar se dan casos de enfermedad mental, con los que hay dificultad para trabajar y realizar el acompañamiento. Para colmo, los mecanismos de los centros de salud mental de Osakidetza «son muy rígidos» y se exigen ciertos «cumplimientos que estas personas no pueden seguir por su propia enfermedad». En su opinión, es necesaria la presencia de profesionales de Osakidetza en los centros de personas sin hogar y en la calle «para tratar esa enfermedad mental».
Además, reclaman que se pongan a disposición de los sin techo «consignas», en la que puedan dejar sus escasa pertenencias. «Llevar una mochila siempre a cuestas genera estigmatización», afirman.