Van der Poel cumplió el pronóstico y venció con autoridad en el Tour de Flandes, De Ronde, con una exhibición. Es su tercera victoria en esta prueba, con la que iguala en el palmarés a otros grandes corredores, como Fiorenzo Magni, Johan Museeuw, Tom Boonen, o Fabián Cancellara. Su triunfo se vio facilitado por la ausencia de los únicos contrincantes que podían disputarle la victoria: Van Aert, maltrecho y herido tras su caída unos días antes en la prueba A través de Flandes, carrera que prepara el ambiente para la prueba estrella flamenca; y Pogacar, vencedor en 2023, porque ha decidido reservar fuerzas para el doblete Giro-Tour que se propone. Aunque lo de guardar fuerzas es un arma de doble filo; basta la mala fortuna para que el gran objetivo seleccionado se pierda y eche abajo todo el plan. Lo que le ha pasado a Van Aert, que renunció a la Milán-San Remo para estar más fuerte en Flandes, y la caída aborta sus grandes objetivos del año: Tour de Flandes y Paris-Roubaix.

Las colinas adoquinadas del Flandes sudoriental son las que dan prestigio a esta carrera. Una zona que a veces es denominada la de las Ardenas flamencas, un nombre que conduce a equívocos. Las verdaderas Ardenas son las valonas y no están al lado; las valonas son las montañas más altas de Bélgica y llegan a tener hasta 700 metros de altitud, mientras que las colinas flamencas no sobrepasan los 150 metros. Las llaman así para engordar su importancia, porque son las únicas montañas de Flandes. Son subidas cortas, rara vez tienen más de dos kilómetros, con la pendiente por debajo del 10 %, aunque en algún tramo lleguen hasta el 15 %. No son subidas enormes, pero la sucesión de unas y otras y, sobre todo, el adoquinado, las hacen muy duras. No son para escaladores, como las colinas de Valonia, sino para ciclistas que muevan grandes desarrollos, corredores de gran potencia. Sorprendió en la prueba del domingo la escena en la que la mayoría de los corredores, salvo Van der Poel y alguna excepción más, tenían que echar pie a tierra en el Koppenberg, donde Van der Poel cimentó su ataque, y subirlo andando, mientras él volaba. Aquí hizo valer tanto su potencia como su pericia adquirida en el ciclocross, para, sin cambiar la trayectoria de la rueda, conseguir la tracción suficiente sobre los adoquines empapados de agua y barro, avanzando sin bajarse de la bici. Era una imagen del pasado. Ahora, con los desarrollos tan ligeros que se pueden poner en las bicicletas, los equipos debían haber previsto esa circunstancia y montarlos ante la persistente lluvia, lo que constituyó un grave error. El pavés es una característica de la región, que la diferencia también de las colinas valonas, una seña de identidad que ha preservado, protegiéndolas por ley del asfaltado. Así ha conservado su memoria y, a la vez, ha acertado con su estrategia hacia el turismo, que acude en gran número para conocer aquellas rutas intactas de la historia del ciclismo.

El Tour de Flandes ha mantenido, desde su primera edición de 1913, organizada por el diario flamenco Sportwereld, su esencia, atravesando las famosas colinas, los berg, el Paterberg, el Koppenberg, el Kluisberg, el Taiaenberg, el Molenberg, el Bobsberg, el Kapelmuur, el Oud Kwaremont, y tantas otras, hasta la veintena de cotas que se pasan en la prueba; aunque ha ido cambiando su lugar de salida, Gante, Brujas, Amberes; y el de la meta, actualmente en Oudenaarde, pero que durante muchos años, desde 1973 hasta 2012, se situaba en Ninove. El recuerdo de la ciudad belga de Ninove, hoy en Irun, me lanza al pasado. Son esas correspondencias que se establecen entre los sitios, y con la historia, que hacen también al ciclismo un vehículo de cultura y enriquecimiento, al recordarnos los acontecimientos del pasado, y mostrarnos donde éstos sucedieron.

Ninove

La Itzulia, que ha arrancado en Irun, promete ser espectacular, presenta un recorrido duro, pero no exagerado, apto para el combate y para la estrategia, y con tres de los mejores corredores actuales para vueltas por etapas en liza, Evenepoel, Roglic y Vingegaard. De momento, Primoz Roglic ha tomado una ligera ventaja en la crono. Con el recuerdo de la carrera de Flandes aún en la retina, y viendo cómo volaba en la contrarreloj ese gran ciclista que es Evenepoel, que, a pesar de haberse caído en una curva sólo perdió once segundos con Roglic, y superó incluso a Vingegaard; me acordé de unos compatriotas del corredor, a los que quiero rendir un homenaje: aquellos belgas que llegaron a Irun a primeros de agosto de 1936 para ayudar a la República. Particularmente a uno de ellos, a René Pasque, que falleció en combate en Irun el 3 de septiembre. Su compañero Louis Boulanger lo vio caer a su lado, e informó al jefe del grupo belga, Georges Vereecken, de la muerte de su amigo de la siguiente manera: “René Pasque ha muerto en el frente y ha sido enterrado en el mismo sitio por un obús. Informe a su madre, en Ninove, con dulzura. Ella creía que su hijo se encontraba en Francia”. Ninove, la misma ciudad donde terminaba el Tour de Flandes.