Se escuchó un golpe. Todo parecía indicar que se trataba de la caída de algún particular debido a las obras que se acometen estos días en el Juzgado de Irun. La siguiente imagen es la de un hombre que baja a la carrera por las escaleras desde la primera planta del edificio. Desciende apresurado. Lo hace solo. “Viene a pedir ayuda”, pensaron quienes se encontraban cerca de él, hasta que se oyeron unos gritos de fondo: “¡Cerrar las puertas! ¡Cerrar las puertas!”.

A partir de ese momento, sobre la una del mediodía del miércoles pasado, testigos presenciales pudieron comprobar que, en realidad, el hombre que irrumpió por sorpresa iba esposado por la espalda. Se trataba de un varón arrestado, natural de Zamora y de 38 años, que acababa de fugarse. Buscaba, como loco, el modo de salir a la calle.

Al parecer, emprendió la huida cuando se entrevistaba con su abogado en la primera planta del juzgado, mientras era custodiado por la Guardia Civil. “Se le estaban cayendo los pantalones e iba con los grilletes por la espalda, pero al verlo de frente parecía un hombre a la carrera pidiendo ayuda por algo que había ocurrido en el piso de arriba. Iba corriendo mientras se subía el cinturón”, señalan las mismas fuentes.

Casualidades de la vida, cerca del lugar se encontraba una agente de la Ertzaintza. La mujer había pedido permiso para declarar en calidad de testigo en relación a otro asunto en el que estaba implicado un amigo suyo y que nada tenía que ver con la insólita secuencia de hechos. Debía haber testificado por videoconferencia a primera hora de la mañana, pero la tecnología se interpuso en los planes y un error informático demoró el miércoles su declaración.

La agente, según informan fuentes judiciales, se encontraba en esos momentos en la planta baja, donde se ubica el juzgado de Guardia y el Registro Civil, en una zona apartada del edificio, tras una cristalera desde la que cada vez más ojos empezaban a ver algo que se salía de lo común.

Huida tras el forcejeo

El preso fugado trató de huir por varias de las puertas del juzgado. No daba con la de salida. Fuentes del caso indican que la agente de la Ertzaintza salió tras él, con el teléfono en la mano y el DNI que no tuvo siquiera tiempo de guardar, y que hasta ese momento había empleado en las gestiones que estaba realizando.

La policía consiguió abalanzarse sobre él, pero el suelo deslizante del juzgado en obras jugó una mala pasada a la agente, que al ir de paisano no llevaba el calzado adecuado. Tras ser alcanzado, el huido forcejeó con la agente y consiguió soltarse, lo que acabó desequilibrando a la ertzaina, que cayó de bruces contra el suelo, lastimándose sus rodillas.

El fugado seguía corriendo como un ratón tras el queso hasta que finalmente encontró la puerta de salida. Algo que pudieron comprobar secretarias judiciales, agentes de seguridad, letrados y clientes. Una vez en la calle, emprendió la huida en dirección a Hendaia (Estado francés).

Todos siguieron la escena, pero fue la agente de la Ertzaintza la que se puso en pie y salió tras él. Una carrera al grito de “¡alto, policía!”. Durante la tensa persecución, según pudieron comprobar testigos presenciales, el prófugo consiguió liberarse de uno de los grilletes, lo que obligaba a la agente a extremar la precaución, ante el temor de que en un intento de abalanzarse sobre él pudiera girarse y golpearle con la esposa de hierro. Continuaba corriendo cuesta abajo en dirección a Francia mientras la agente llamaba a la comisaría. “Lo sorprendente es que no se veía a ningún otro policía”, señala un vecino de Irun que siguió lo ocurrido. La ertzaina continuaba gritando tras él, y un ciudadano que se encontraba en la acera de enfrente cruzó la carretera y se dirigió hacia el sospechoso, cortándole el paso.

Para entonces, el huido ya había conseguido liberarse de las dos esposas y no le quedó más remedio que dirigirse hacia el callejón de acceso al garaje de los juzgados, donde se abalanzaron sobre él la ertzaina y el varón. “¡Yo no he hecho nada, tranquilos!”, decía. Cuando el prófugo se encontraba ya con los brazos contra la pared –según informan las mismas fuentes– fue cuando llegó el primer guardia civil, que junto a la ertzaina consiguió finalmente reducir al preso, al tiempo que llegaba un segundo miembro de la Benemérita. El arrestado, que contaba con varias requisitorias de búsqueda y captura, fue trasladado a los calabozos del Juzgado, para ingresar posteriormente en la cárcel de Martutene.